Solía pensar que yo no era una persona urbana, sin embargo ahora soy consciente de que siempre he tenido una versión urbana tanto de las ciudades como de las zonas rurales. Reconozco que siempre he visto la vida rural una realidad idílica donde los humanos viven en paz con la naturaleza. Idílica no significa que sea necesariamente real. A la vez siempre he visto la ciudad como un lugar artificial del que se ha de huir. Las ciudades son para mí parte del problema ambiental que vivimos. Hoy quiero hablar de las ciudades como parte de la solución.
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Cuando vivía en el área metropolitana de Barcelona huía diariamente de la ciudad para volver a “casa”; Masnou. También una ciudad aunque los masnouenses nos refiramos a ella como un pueblo. En aquella época soñaba al huir a un pueblo de verdad, en el Pirineo. Pero en mi subconsciente, a pesar de renunciar a tantas comodidades como podía imaginar, siempre mantenía el agua, la calefacción, internet, la electricidad, los servicios médicos. Siempre mantenía los servicios básicos en la vida rural. No me podía imaginar la vida rural sin farmacias, médicos, gasolineras. Supongo que es debido a que el subconsciente no los puede obviar fácilmente, son básicos. Con el tiempo, he llegado a la conclusión de que mi imaginación fantaseaba con una vida rural de facto urbana. Ahora veo Europa, Estados Unidos, Japón o Australia como ejemplos de regiones totalmente urbanizadas.
Imaginemos una realidad rural en una zona fuera de estas regiones. Por ejemplo, imaginemos la vida rural en China, donde acceder a agua potable, calefacción, internet o electricidad no es siempre fácil. Es posible que en algunos lugares no se pueda acceder a ninguno de los servicios básicos, incluyendo comida. Evidentemente, en esta realidad rural tan lejana, no sólo geográficamente, de lo que yo imaginaba, la esperanza de vida es muy baja. Es normal que la gente que pertenece a esta realidad rural aspire a otra vida. La oportunidad que buscan pasa indudablemente por mudarse a las ciudades. Evidentemente, las familias que eligen migrar aspiran a una realidad urbana muy precaria.
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Porque migran entonces? Por lo mismo que migraron nuestros abuelos en los años 50. Migran para tener esperanza; para ellos y sobre todo para sus hijos. Aunque las familias que se desplazan a las ciudades lo hacen en unas condiciones muy precarias, los barrios de recién llegados son suburbios de gente con aspiraciones y determinación. La gente que migra sueña con una vida mejor. Y cuando la mayoría de la gente sueña con una vida mejor, lo consigue. Cuando las aspiraciones y la determinación son compartidas y mayoritarias, la precariedad no es permanente. Algunos de los recién llegados se mudarán a otro barrio de la ciudad. Pero la mayoría, se quedarán y transformarán el suburbio en un barrio con todos los servicios y todas las oportunidades. En este proceso, que es local y global al mismo tiempo, las ciudades se urbanizan. Pero el proceso es mucho más amplio y no tiene solo como efecto la expansión de la urbanización. La gente que migra a la ciudad, marcha muchas veces dejando parte de su familia en la zona de origen. Al migrar, no solo buscan una vida mejor para ellos, sino que también adquieren el firme compromiso de enviar dinero y recursos periódicamente. Si se suman los recursos enviados desde las ciudades por los recién llegados a los miembros de las familias que han quedado en el lugar de origen, se obtiene una cantidad es órdenes de magnitud superior a la que envían las ONG. Los nuevos recursos se utilizarán para dotar de servicios básicos a la vida rural. Proceso que conllevará que la vida rural también se urbanice.
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