La magia de un paseo en Groenlandia se puede arruinar si caminando por las cercanias de alguno de los pueblos, te encuentras con las tuberías de aguas residuales que fluyen hacia el océano. Los locales llaman a esos puntos de desague la fábrica de chocolate. Es mucho menos apetitoso de lo que parece. Las dificultades para lidiar con las aguas residuales en Groenlandia son bien conocidos. Sólo hay cuatro tipos de sistemas para gestionar las aguas residuales: colectores inodoros (incluyendo los que se evacuan con ayuda de vehículos y tuberías de desagüe por gravedad) y recipientes (recogida individual o colectiva). De hecho, las aguas residuales, domésticas e industriales, se vierten directamente al mar sin tratamiento alguno. Poco se sabe sobre el impacto real de los vertidos. Groenlandia es un área tan poco poblada no tiene porque ser necesariamente un problema. Pero el sistema de tuberías no está en las mejores condiciones y es una fuente potencial de contaminación y suponen un riesgo. La situación no es aún dramática pero la posibilidad que los vertidos continuos afecten la pesca, el agua de boca y el turismo es real. Si eso pasara, sería un golpe muy duro para las aspiraciones politicas de Groenlandia ya que dañan los fundamentos económicos del país Ártico.
La política de aguas de la UE a partir de 1991 requieren a los municipios contar con sistemas de tratamiento de aguas residuales. La implementación se debe llevar a cabo en tres etapas. Los municipios de menos de 2000 habitantes deben tener un sistema de tratamiento de aguas residuales desde el año 2005. Groenlandia, por supuesto, no forma parte de la UE a pesar de estar asociada a Dinamarca, y no es obligatorio para los responsables políticos del país Ártico aplicar la regulación comunitaria. Sin embargo, son una excelente guía que para evitar riesgos que dañarian gravemente la sociedad de Groenlandesa.
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